viernes, 25 de marzo de 2011

ENTREVISTA A MARCELA GÁSPERI

Septiembre/2006.


ENTREVISTA A MARCELA GÁSPERI


por Melisa Lett


Considero que para el artista no hay fronteras, no hay distancias. El verdadero artista tiene una percepción totalizadora, disuelve esas fronteras, ve más allá; es un proceso constante. Por eso no puedo dividir mi obra en etapas, sino más bien puedo pensar mi obra en un proceso, un devenir permanente, donde uno va construyendo constantemente. Tal vez uno está en proyectos diferentes, en productos que se van desprendiendo de otras producciones, pero definir y cerrar… considero que para un artista no va.


¿En qué estás trabajando por el momento? Estoy en una serie de obras que se llaman “Sube y Baja”, donde todo puede estar en un momento arriba, como en un momento abajo, de acuerdo a la mirada y la ubicación del espectador. La vida siempre va cambiando y te puede colocar, en sólo cuestión de segundos, tanto arriba como abajo. Tanto en mi obra como en la educación, trabajo con la incertidumbre, la transformación, el cambio, la sorpresa, el asombro.


¿Cómo se da el proceso de creación de tu obra? Mi obra tiene que generarme primero a mí, sorpresa y asombro, para después ver si al espectador también le puede generar algo distinto. Porque yo también me considero espectadora de mi obra. Hay distintos momentos: una cosa es cuando el artista está creando y ahí hay una relación artista- obra, otra que es la más difícil que es cuando el artista se coloca como espectador de su trabajo y ahí es cuando se toma conciencia si realmente la obra ha ido delante tuyo. Considero que una obra es realmente sincera si logra sorprender, si ha roto los límites que uno pueda imponerle al comenzar el proceso de creación. En el arte no hay metas establecidas ni uno parte de una idea establecida, sino que simplemente parte de alguna intuición. Uno se deja llevar por la imaginación y la obra se va construyendo a través de ese proceso donde entra en juego nada más que el dejarse llevar.


¿Y qué camino sigue tu obra? Un camino indefinido. Una vez que puede ponerme del otro lado como espectador de mi obra, empiezo a descubrir, encontrar, a develar pistas que me llevan a nuevas obras y ahí se establece un diálogo entre yo, artista, y la obra. Creo que es la obra la que tiene que hablarle al artista, reclamando las necesidades para las próximas obras. Es por eso que uno no puede delimitar o cerrar la producción. Juego mucho con la transformación. Al igual que una obra mía puede transformarse constantemente, invito también al espectador a que la modifique. Las últimas muestras que he realizado eran interactivas, ya que el espectador podía armar nuevas obras a partir de las que estaban expuestas; entonces la obra dejaba de ser mía. Recuerdo que me dejaban carteles que decían: “Esta obra fue realizada por tal y tal persona…”. Esto es fuerte porque ya no sólo el espectador puede transformar la obra en una nueva, sino que la obra puede modificar al espectador desde varios lugares, desde la imaginación, desde la emoción, desde sus sentimientos y también desde el hacer. El asunto es cuánto está dispuesto a involucrarse, el espectador, dentro de la obra.


¿Te planteaste como propósito que la obra sea lúdica? Los propósitos surgen no de una forma mental. Cuando estoy creando no estoy pensando racionalmente en qué voy a provocar en el espectador, la obra sola tiene que generar eso. Es decir yo no me propongo hacer algo lúdico, sino que lo lúdico nació a partir del alma de la obra. Primero empecé a trabajar desde la pintura, la misma comenzó a salir hacia el espacio y se transformó en algo tridimensional hasta llegar también a ser objeto y ser algo lúdico. Todo, a partir de la fragmentación y la estructura de la fragmentación. Y el poder de reflexionar de mi obra me llevó a que esos fragmentos pudieran modificarse de lugar y conformar una unidad que sea una totalidad. A partir de esos fragmentos que podían moverse y jugar, dialogar entre ellos de una forma distinta, conformando diferentes mundos, la obra me llevó a lo lúdico. No me propuse que mi obra sea un juego. La necesidad de la obra, sus reclamos, me llevó a que sea lúdica, es decir no es algo impuesto. En momento se puso mucho de moda hacer arte-juego y actualmente hay muchas exposiciones acerca del tema. No estoy muy de acuerdo y no participo en muestras donde hablen sobre el juego como algo impuesto; el juego no se impone, es libre y está en constante movimiento, transformación. El juego es algo serio que tiene sus propias reglas y se las establece en el momento del juego y mientras dure ese juego. Entonces no puede ser algo cerrado e impuesto.


¿Qué es el arte para vos? El arte es mi vida. Yo no puedo separar mi vida de la producción. El recorrido de mi vida y de mi obra es el mismo. Tengo una percepción totalizadora por eso me es difícil separar vida, obra, enseñanza. Para mí es todo una unidad. Yo no soy de los artistas que considera que uno tiene que estar trabajando veinte horas, produciendo. Para mí el artista es aquel que tiene una visión totalizadora y una percepción única de la realidad. Es el que vive creando, es decir tiene una actitud constantemente creativa frente a la vida que trasciende el taller .Por ejemplo como vos pelas una papa puede ser una forma única de hacerlo, creativa.


¿Qué es la inspiración, entonces? La inspiración no existe y tampoco creo que es puro trabajo impuesto de horas. Es decir el tiempo no existe, es una frontera y una imaginación impuesta. Y para el ojo del artista no existe la frontera. Uno tiene una visión más allá de los bordes y las superficies de los objetos si puede ver más allá, captar su interioridad y sumar la relación de ese objeto con otro objeto, es decir una visión en red, y así con esta mirada se va construyendo constantemente una red y una totalidad y se está todo el tiempo creando. Entonces la obra viene, se decanta sola, no hay que sentarse y esperar la inspiración, la idea, el tema. En muchos talleres se trabaja a partir de temas y disparadores, y no comparto esta metodología. Creo hay que trabajar desde los reclamos del alma y de cada individuo que es único, con su forma de ver el mundo que es diferente y hay que respetar.


¿Qué tipo de formación tuviste? Desde muy niña, a los siete años, dibujaba y pintaba y nunca más paré hasta que empecé la Pueyrredón, donde ocupé un lugar y hoy trabajo como titular de una cátedra. Considero que mi formación va más allá de la academia donde estudié. Mi formación tiene que ver con un camino más interior, es decir una actitud reflexiva sobre la mirada del mundo y de mi obra. Después de terminar la Pueyrredón, intenté seguir estudiando en academias, pero me di cuenta que no, que tenía que seguir mi camino sola y en eso consiste y es lo que enseño a mis alumnos, aprender a estar solo y desde esa soledad, crear. Saber escucharse y enfrentar los miedos, disfrutando de esa soledad y ese aprendizaje interno. Y a partir de allí fue creciendo mi obra con una poética personal y una forma original.


¿Cómo fueron tus comienzos? Recuerdo que no fue fácil. Cuando ingresé en la academia, en el examen de ingreso tuve una discusión con un profesor. Te hacían unas preguntas de cultura general y al preguntarme para qué quería venir a estudiar al Instituto, le contesté que quería ser artista, recuerdo que enojado me dijo de todo: “Usted no sabe que este es un profesorado, no formamos artistas, sino profesores…” Y me empezó a tirar abajo. Igual ingresé y lo hice con una de las mejores notas. Entré sin problemas, pero la que no quería seguir era yo, me había decepcionado tanto. Igual seguí y me enamoré de ser profesora, de lo que es la pedagogía y estoy totalmente agradecida a la academia. Pero realmente los comienzos fueron duros. Igual insistí, seguí, tuve muy buenos y malos profesores de los cuales gracias a esta actitud reflexiva pude aprender de todos.


¿Hubo algún maestro que te marcó? Aprendí mucho de un maestro que trabajó desde la interioridad y tuvo muy pocos alumnos que lo supieron comprender. Yo creo que lo comprendí y es el que más me ha aportado, es Arturo Izurieta. Él siempre expresaba que en el arte uno debe hacerse cargo de lo que ha hecho. Entonces esto producía muchos choques con mis compañeros. Él hacía un seguimiento, no atrás de la obra, en el proceso, sino que después de haberla terminado y te decía: “Hacete cargo ,si vos hiciste esto, no hay explicación”. Había entonces que develar qué era lo que se expresaba y a partir de ahí, seguir. Arturo no te imponía una forma de hacer, sino que simplemente te hacía cargo de las decisiones que habías tomado. Eso es ser un artista. Ser un artista es tener la capacidad de elegir, desde la libertad y de la fidelidad que uno tiene con su interior. Y no elegir desde lo que dirán los demás o desde lo que está de moda, de lo que impone la sociedad o lo que le va a gustar al otro. Entonces es hacerse cargo que uno tomó esa decisión y si está bien o mal, hacete cargo…


¿Aplicás esa técnica en tu taller? Sí totalmente. En mi taller yo trato de dar los medios y que el alumno pueda elegir y hacerse cargo de esa elección. Porque ser artista es constantemente estar eligiendo, y a partir de esa elección, armar una poética personal, un mundo nuevo. Y esa poética se fundamenta en un pensamiento que es visual, que no es racional y que necesita de un lenguaje para poder transmitirlo y llevarlo al mundo. Ese lenguaje por un lado tiene que ser coherente con ese pensamiento visual y por otro se de plantear de una forma que convenza a los demás, y esto es lo más difícil. Como diría Picasso, persuadir a los demás de la verdad de mis mentiras. Tengo que seducir al espectador de que se meta en mi mundo, se apropie de él y lo transforme en su propia realidad.


¿Cómo se da esta apropiación? El artista no es un dictador que tiene que imponer el sentir del espectador y que se entienda un mensaje que es único, el propio del creador. Una vez que el artista ha hecho su obra, el artista es espectador de su obra y la completa otro que esté viendo mi obra y que también es artista porque crea otros sentidos distintos. Y desde ahí la obra se convierte en un elemento fundamental para la sociedad, que es lo que estamos trabajando acá en Centro Arte Cultura: el arte como un elemento transformador y generador, y que es una verdad, es decir una conjetura paradojal de cada persona. Es una conjetura porque es una verdad, pero a la vez es una paradoja porque es algo que no es comprobable, pero que es una verdad porque el artista cree y tiene fe en esa conjetura. Entonces desde ahí podes seducir y hacerla creíble a otro que puede tomarla y tener la libertad de generar otra realidad. Por eso la obra es constantemente transformación y devenir, en tanto está compuesta por elementos que se van transformando en el espacio. No hay un fin.


¿Cómo surgió el querer enseñar a otros? Por una necesidad. Siempre sentí cómo los profesores eran egoístas con el conocimiento. Yo en cambio, siempre tuve una forma de ser donde nunca tuve miedo a dar. Considero que el enseñar es un constantemente dar y acompañar, contener en las angustias de la creación. Enseñarles a disfrutar que es lo que a mí me faltó porque no he tenido la contención, el acompañamiento que necesitaba en muchas ocasiones, pero a partir de que puede hacerlo sola, hoy enseño de una forma diferente.


¿Qué se aprende en el taller? Hoy en día se cree que el conocimiento es acumular información, y sin embargo en la actualidad es impresionante la cantidad de ignorantes. Hay una saturación de información. El conocimiento básico aquí en el taller, es adquirido a partir del desarrollo de la capacidad de la imaginación y la intuición de cada persona que se une al proceso de aprender a seleccionar, a organizar, vincular y gestionar la información que reciben. Si se tiene esa capacidad, van por buen camino. Se trata de estar seguro de la verdad de uno en la inseguridad porque esa verdad va a estar en constante transformación y cambio; esa es la aventura de aprender a caminar en la incertidumbre y a ser feliz en ella. A veces se está dentro de lo seguro y se es feliz, caminas por lo ya conocido, pero esto es momentáneo llega la incertidumbre y no se es más feliz. Pero es posible encontrar la felicidad en la incertidumbre, y si uno lo consigue es verdaderamente feliz porque uno se encuentra con uno mismo y alcanza una seguridad que es interna y que hace valer la propia interioridad, tu alma, tu pensamiento. Entonces no importa la crítica externa, lo único que vale es tus creencias, tus raíces.


¿Cuál es tu rol como profesora de taller? Trato de no ser una profesora que este digitando y diciendo que es lo que tiene que hacer el alumno, sino ser nada más que un mero compañero en las búsquedas internas y un guía que de las herramientas necesarias para que ellos puedan vislumbrar su mundo interior.


¿Cuáles son esas herramientas? Las herramientas necesarias son el conocimiento formal estético y el conocimiento, que es fundamental y no se enseña en ningún lado, que es poder fortalecerse en enfrentar la elección. Cada situación frente a la obra es muy distinta. En cada obra hay que enfrentarse a un mundo nuevo, donde los conocimientos que uno posee, deben ser adaptados, modificados, a eso desconocido. Al no haber una regla fija, una receta, se genera mucha angustia, mucho miedo. Entonces lo que uno tiene que hacer es enseñar y acompañar al alumno es en esos miedos, a poder enfrentarlos, porque esos miedos no desaparecen, hay que asumirlos, trascenderlos. En la elección del artista está la conformación de un mundo diferente y que ese mundo tiene que ver con la fidelidad y con la visión interna de cada uno, por eso las clases si bien son grupales, son personalizadas. Y cada uno desarrolla su trabajo en su tiempo y en medida de sus necesidades. Respeto el mundo interior, las raíces y las creencias de cada alumno. Eso es fundamental en el taller. Centro Arte y Cultura es para quienes estén decididos a involucrarse y meterse dentro de su mundo interior. Involucrarse significa mezclar, confundir, y salir a luz. Afrontar miedos y aprender a elegir en esa confusión. Aprender a caminar con los miedos y ser feliz con los miedos, es lo que aprendí en mi vida. Aprendí que lo importante es tener creencias en las propias verdades. Mis alumnos así, fortalecidos podrán hacer válida ante la sociedad, su realidad. Y que no es la realidad de todo el mundo…

1 comentario:

Anónimo dijo...

muy buena la entrevista; cada palabra es verdadera, y apenas te conozco, pero es lindo saber que una persona tiene un solo discurso, y lo más destacable, esa necesidad de compartir conocimientos, y a la vez, ayudar a los demás en su autorreconocimiento!